LOS REGALOS INHERENTES DENTRO DE LA VIDA

EL MAHA CHOHAN:

El Puente, febrero 1974

Habiendo visto el electrón más pequeño proyectado fuera desde la Deidad (la Presencia “YO SOY” Universal), – sabemos que aún dentro de uno de estos electrones (miles de millones de los cuales forman su Río de Vida viviente) está todo el poder y actividad creativa potencial de la Deidad, – es Nuestro esfuerzo atraer desde el individuo quien esté listo para tal asistencia, los regalos que son inherentes dentro de la vida tan libre y constantemente dada a su uso y poder gobernador.

Como incontables números de estos electrones pasan al ser de cada miembro de la raza humana cada minuto, si un individuo utilizara los talentos, regalos y poder creativo dentro de siquiera uno de tales electrones, él se asombraría con la perfección y la generosidad del regalo de la vida misma.

Sin embargo, el hombre permite que la vida (como el agua) fluya a través de su ser sin uso o, peor aún, calificada destructivamente mediante el pensamiento, sentimiento, palabra hablada y acción.

La Música de las Esferas, los colores de los Cielos, la Sabiduría de las Eras – todos estos regalos y más están dentro de su propia vida.

Nosotros, la Hermandad del Amor, tratamos de dirigir Nuestros Rayos hacia dentro de esta vida y liberar algo de su perfección. Cuando tenemos buenos resultados a través de la cooperación del individuo, la vida que fluye hacia y a través de él es calificada con alguna expresión de belleza.

A menudo tal ser, una vez en posesión del poder para controlar constructivamente el flujo de vida, olvida la asistencia dada, recreándose con su talento; recibiendo los beneficios de su uso; complaciéndose con el aplauso de sus contemporáneos y generalmente, sintiendo que los talentos de la vida – meramente expresados a través de él – son suyos.

Entonces a tal ser, por Ley Cósmica, le es rechazado el uso de ese regalo en una vida subsiguiente; hasta que la lección se aprende, de que la vida y Su Dador son el Hacedor, el Hacer y el Hecho.

El Maha Chohan

La Palabra, febrero 2012

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