MEMORIAS DE ASÍS

Flor Amarilla

EL AMADO SEÑOR KUTHUMI

El Puente, agosto 1965
20 de mayo de 1965(Extractos)

El día dedicado a la conmemoración de Francisco de Asís, las mentes, corazones y conciencia de muchos de la humanidad moran con bondad, con reverencia y quizás con un poquito de admiración temerosa, sobre esa fase de mi expresión de vida.

Debido a que la conciencia de la masa se dirige hacia las experiencias de Francisco, se estimulan los récord akáshicos y etéricos dentro de mi propia conciencia y trae a primer plano de nuevo la dulzura y belleza que fui privilegiado de sentir por tocar el borde de la Conciencia Crística.

En Asís, pertenecí a una clase llamada por la mente de los sentidos ‘la nobleza’, título que, sin embargo, era superficial y vacío del significado interno.

Bien recuerdo durante esos días festivos y alegres de mi juventud cómo presionaba sobre mí de vez en cuando un Aliento pasajero que contenía un aroma y sentimiento ilusivo de otro reino, al cual (por alguna razón) sentía que una vez había pertenecido.

A medida que esta experiencia se intensificaba, la ‘riqueza’ de mi vida diaria se tornaba aburrida para mis sentidos y una inquietud surgía dentro de mí que me enviaba a menudo y mas a menudo hacia la hermosa campiña donde mi alma parecía experimentar una paz temporal, y este fuego anhelante y buscador dentro de mí, por lo pronto, era mitigado.

Puedo recordarme, sin embargo, acostado sobre la verde grama al lado de un arroyo pequeño pero muy claro, y escuchando el susurro del viento en los árboles encima de mi cabeza – mientras mi alma, aún atada al cuerpo – flotaba en el aire al borde de la eternidad… anhelando, anhelando, anhelando ALGO indescriptible e inexplicable del cual no sabía, pero que mi alma en sí misma buscaba, sin reconocer limitación de la razón.

Esos meses y años, en que el cuerpo y el alma estaban en desacuerdo, fueron extraños e inquietos, porque, cuando el cuerpo buscaba sus placeres – el alma estaba afligida, y cuando el alma hacía estallar sus lazos carnales, intentando una búsqueda individual que la razón no podía entender, el cuerpo, como un niño malhumorado, refrenaba sus alas atadas y deliberadamente ponía obstáculos delante de su inquisidor, aspirando hacia arriba.

No había paz dentro de mí, y, de acuerdo a mi familia y amigos, no había paz alrededor de mí ni en mi compañía, porque estaba perturbado entre la lealtad a ambos de estos factores que parecían determinados en sí mismos a asegurar la supremacía sobre mi salidas y venidas.

Este día, hablo de cuando el cielo era azul y el viento no era agresivo, mas deslizándose por los árboles a manera de juego, el alma dentro de mí (que siempre recibía el mas grande ímpetu en la Catedral de la Naturaleza) estaba ganando influencia y mi ser externo, como un buen barón bonachón, desdeñosamente le permitía unas pocas horas de liberación.

De repente, durante su vuelo vacilante, desatinado, buscando, aspirando, anhelando, llegó una gran Luz y dentro de esa Luz estaba el perfume – la plenitud – de todo lo que mi alma había buscado.

Dentro de ésta, también, estaba un Hermoso Ser cuyo perfil llegaba a ser mas claro, a medida que el temblor en mi corazón se aquietaba, y luego vi la cara mas hermosa que jamás Dios creó.

Entonces de algún modo supe que en esa Presencia Majestuosa me vi a mi mismo como era la intención que fuera y las palabras pronunciadas tantas centurias antes pasaron rápidamente por mi memoria – “Este es Mi Amado Hijo, en Quien estoy bien complacido,” y también Me di cuenta que esta Visión Brillante que estaba delante de mis ojos era el Ejemplo del Padre de lo que los hombres deberían llegar a ser.

El gran Maestro Jesús (porque tal Él era) no habló, pero sin embargo el amor que vertía desde Su Presencia me llenaba de coraje, de una fuerza y un sentimiento que, desde la masa informe que yo aún expresaba, se podía moldear tal Ser como Él. Yo sentí la Presencia del Padre y supe que en Jesús el Padre nos había dado una gloriosa manifestación de Él mismo, esperando que trajera a nuestra remembranza la gloria que tuvimos con Él en el principio.

La visión se desvaneció y yo sentí que ya no estaba solo sino que tenía un propósito y una memoria que se convertía en el impulso de mi vida. Ya no había una interrogante, sino que todo mi ser se debía inclinar ahora hasta convertirse en el Hijo.

Supe que no solo el Padre, sino el Amado Jesús llenó mi espíritu desde esa hora en adelante y todos los milagros que han sido acreditados a “Francisco” son solo la bendición de la Santa Trinidad, que a través de mí, trató de traer a la atención de la humanidad de nuevo el ejemplo del Amado Hijo en Quien el Padre estaba bien complacido.

Quizás esta plática sencilla, hogareña pueda darles, Mis amigos, un poco de coraje y confort, y quizás, un sentido mayor – de “Propósito”.

Pueda Yo de nuevo ofrecerles la bendición que ha llegado a estar asociada con Mi Nombre!

Pueda el Señor Bendecirles y protegerles.
Pueda El mostrarles Su cara y tener misericordia de ustedes.
Pueda Él volcar Su Serenidad hacia ustedes y darles Paz.
Pueda el Señor bendecirles. Amén.

El Amado Kuthumi

La Palabra, octubre 1996 pág.9

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *